EL MAL MAYOR

En la apertura de un nuevo capítulo del “Diario de un despojo”, el ministro de Economía brindó detalles del programa económico del gobierno de Javier Milei y señaló que "la gente recibió estos anuncios muy contenta porque entendió que el problema es fiscal".
De "el ajuste lo paga la casta" y "si subo un impuesto me corto los brazos" a la fatal ordoxia menemista que anunció ayer Luis Caputo, sin paradas intermedias. Y sin la obligación, de parte del Messi de las finanzas,  de renovar su carnet de endeudador guiness.
El economista Claudio Scaletta afirma que “Si los malos diagnósticos y, en consecuencia, los tratamientos inadecuados degeneran en la muerte del paciente, el médico perderá legitimidad,  muy probablemente será juzgado por mala praxis y se lo recordará por ello. Los economistas, en cambio, gozan de la exclusividad socialmente aceptada, de poder hablar de un presente perpetuo, sin historia. Aunque sus propuestas y diagnósticos hayan provocado en el pasado resultados distintos a los que, una y otra vez,  vuelven a predecir.”
Jorge Schussheim dice que el macrismo y sus economistas se iniciaron cuando un animal infectó a un ser humano.
 Nótese que no se habla de fracasos, porque las recetas suelen cumplir sus objetivos ideológicos que son mantener una determinada relación de fuerzas en la lucha de clases y, en consecuencia, en la distribución del ingreso.
Sus errores no afectan su prestigio. Dueños del privilegio de no tener que rendir cuentas ni pagar consecuencias, en los pórticos del cementerio del pasado, auguran un futuro venturoso luego de atravesar el inevitable desierto de sacrificio y privaciones del presente.
Rudy y Paz dan cátedra en  comprensión de textos:”Mirá, es muy simple…Cuando dicen “todos vamos a estar bien, “todos” son ellos… Y cuando dicen “no alcanza para todos”, “todos” somos nosotros”.
Mi tía Gloria fue, en la década del setenta, la  tarotista estrella de Villa Páez, y pese a que nunca recaudó los dos mil quinientos dólares por mes que recauda su colega Karina, la hermana jefe  de Milei, cada dos por tres embocaba una de las bolillas del examen de anatomía, el resultado de un  sábado entre Bella Vista y Las Palmas o incluso el éxito o fracaso de una reciente relación entre una  alumna del Carbó y uno de los salesianos.
Convendrán conmigo que al lado de luis Caputo, prediciendo el futuro, mi tía Gloria era la reencarnación de Nostradamus.
Eric Hobsbawm, quien no tuvo la dicha de conocer a mi tía, decía  que “el mundo más conveniente para las gigantes multinacionales era un mundo poblado por estados enanos o por ningún estado.
El caputazo, si se me disculpa el término, llegó con la promesa de que traería divisas frescas para eliminar y para dolarizar la economía. No aportó ni lo uno ni lo otro, pero igual quedó y su política terminó siendo un ajuste ortodoxo, improvisado, desmesurado y desaprensivo.
Entre paréntesis, y por si fuera necesario, dejo constancia  que nunca me convenció el rap de la pandemia, la guerra y la sequía interpretado hasta el agobio por Fernández “el ex”. 
¿Va a haber alguna medida complementaria para mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores? Porque estas medidas claramente van a provocar un impacto importante en los ingresos –preguntó un periodista.

–Bueno, no sé específicamente a qué te referís con el tema de que va a impactar en los ingresos –replicó “Minguito Tinguitela” Adorni.
 “Micaela Cuesta y Lucia Wegelin, dicen desde las páginas de Anfibia que “El neoliberalismo autoritario no es nuevo. La economización de la vida y la erosión de la soberanía estatal le quitan a la política la capacidad de resolver problemas, de atender demandas y debilitan las democracias. En este contexto, el triunfo de Milei es una catástrofe largamente anunciada. Cuando el presente se satura y todo lo malo ya está sucediendo, los imaginarios de futuro se adelgazan y el deseo de destruirlo todo encuentra sólidas condiciones de escucha. La transición al fascismo puede ser veloz.
De menor a mayor.
¿Cuánto falta para el ajuste a la casta?
¿Cuánto falta para que Bulrich formalice el Estado de Sitio como medida precautoria de aquellos que, manifestando por la vereda, pisaron alguna vez las rayas entre baldosa y baldosa?
¿Cuánto falta para que “la gente de bien” caiga en la tentación de perseguir a quienes estamos fuera de esa tribu?
 Nosotros, para ustedes somos “el mal”, y también lo son; el maligno que está en el vaticano, las madres que siguen en la plaza, los trabajadores con salarios de paciencia finita, los desocupados marcados como planeros por el odio, y no puedo, ni deseo olvidarme de los siete mil niños muertos y mutilados en Gaza. Para ustedes, ellos también son el mal.
Bueno, tal vez les cueste entender, pero a pesar de que de la campaña del miedo hayamos pasado rápida y ferozmente al miedo, nunca, ninguno de todos estos, seremos lo que ustedes llaman “gente de bien.” 
Lo siento.